martes, 21 de enero de 2014



Por: Euro Farías, profesor de la Escuela de Formación Argimiro Gabaldón

El cierre político del año 2013 deja un saldo favorable al proceso revolucionario. El hecho de haber obtenido esa votación general, superior a la del 14 de abril en porcentaje, es una demostración de que el trabajo de calle encabezado por Nicolás Maduro y la defensa del pueblo frente a la voracidad especulativa, son  positivos. Cobran mayor importancia estos resultados porque, como sabemos, la derecha neo-nazi apostaba todo al plebiscito y, muchos “prominentes”, en el exterior, también lo asumieron como suyo: era un ultimátum al gobierno de Nicolás Maduro.
Pero, esos resultados municipales, no disipan las preocupaciones que giran alrededor del partido de la revolución: el PSUV.
Fragmentaciones lamentables se convierten en caldo de cultivo para que la derecha, con mucha habilidad maquiavélica, haga de las suyas. Barinas y Maturín nos duelen. El individualismo y el egoísmo siempre han sido alimentados por la ideología burguesa y todavía, a quince años de iniciado el proceso revolucionario, nos hacen mucho daño. Muchos militantes del PSUV están firmemente convencidos de que, “no se puede avanzar”, si ellos no son candidatos, y eso se pone de manifiesto, cada vez que hay una confrontación electoral. Si esto es y sigue siendo así, entonces, tendremos 255 versiones de lo que es el socialismo bolivariano. Son simplemente proyectos personales. Todo cuanto se hace o se deja de hacer, tiene que ver con el cómo me atornillo en el cargo; o cómo me las arreglo para ganar las próximas elecciones. Es cálculo matemático-electoral. Es la Alcaldía, o diputado o gobernador. No hemos podido persuadir a nuestros militantes que lo colectivo priva sobre el interés individual, que estamos en determinado cargo para servir desinteresadamente a nuestro pueblo y construir el mundo nuevo, de mujeres y hombres libres. “La gloria –decía Bolívar- consiste en ser buenos y útiles”.
Como la idea es analizar la eficiencia del PSUV, no aprecio a éste, abanderado del socialismo, como una estructura compacta, sólida. Porque el partido de la revolución tiene que ver al municipio, como parte de un todo que es Venezuela. No hay una línea general en la mente de la mayoría de los alcaldes. Es por eso que veo con entusiasmo el empeño que le pone el camarada Maduro en aplicar, como obligatorio, el Plan de la patria. Se trata de Venezuela y no de fragmentos de ella. Cumplir con la labor general, desde la particularidad del municipio.
Ignoro si aún continúa la “línea” de que “nadie enseña a nadie” y “nadie aprende de nadie”, como puntales ideológicos. Porque, cuando ya hay caminos andados, es muy diferente a “hacer camino al andar”. El ensayo y el error serían válidos en otras situaciones, pero no en una sociedad donde existe el combate por el control del poder tan radical como es el caso de la Venezuela del 2013. Tratar de ignorar las experiencias del movimiento emancipador de la humanidad a través de la historia, para inventar el agua tibia por estos lares, me parece suicida.

Se arguye que el socialismo real fracasó, y por lo tanto, toda esa experiencia debe ser echada a la basura. Carlos Marx y Federico Engels nunca fueron gobierno y, sin embargo, sus teorías sobre el capitalismo y el mundo nuevo, libre de explotación capitalista,  continúa vigente hoy más que nunca.

Las recomendaciones de Lenin sobre la constitución del Partido de la revolución deben ser estudiadas con seriedad, si en verdad queremos convertir al PSUV en vanguardia de la revolución. En su lucha por consolidar el poder del pueblo, el Partido revolucionario debe ser superior en organización y percepción ideológica al aparato de la burguesía que se intenta desplazar del poder; y, para ganar la batalla, donde se crean las bases de la sociedad socialista desde el punto de vista del desarrollo acelerado de las fuerzas productivas. En todo esto, la revolución debe superar con creces la “eficiencia” de las relaciones de producción capitalistas, y en eso, el rol ideológico, la disciplina y el espíritu de sacrifico son los principales ingredientes para el éxito.

La otra alternativa no tiene que ver con revolución. Es la versión nihilista, pensando, tal vez que, de esa manera, la confrontación con el imperialismo y sus lacayos criollos sería más tolerable.
Cuando nuestro Comandante en Jefe Hugo Chávez se decidió por el socialismo, estaba poniendo proa hacia la destrucción de las relaciones de producción capitalistas. No hay otro socialismo. A menos que consideremos, como tal el socialismo francés de Hollande, de Bachelet en Chile o el socialismo alemán, que ahora hace llave política con la derechista Merkel para administrar juntos, los intereses de la burguesía alemana.
Ese no es el socialismo que libera a la clase obrera de la explotación y deja a la barbarie burguesa a la vera del camino.
Capítulo aparte merece el Gran Polo Patriótico. Es Gran, en los momentos electorales y, Polo, el resto del tiempo. La política de alianzas de la dirección del PSUV es mala y no se corresponde con los tiempos de definiciones ideológicas que requiere en estos momentos nuestra patria. Tal parece, que estamos más empeñados en convencer a la derecha de que no somos tan peligrosos, que conformar y consolidar las afinidades que tenemos con ese sector, siempre consecuente con el chavismo. ¿Que nuestros aliados ven el mundo diferente a nosotros? Eso es lo que tenemos que discutir, pero, no a través del canal 8, por supuesto. Hay que crear espacios para el encuentro, el debate.